11 de marzo de 2010

REQUIEM

Son los sonidos del verano una dulce armonía de muertos, que a poco de ser escuchada te hace olvidar la vida. Me observo en un espejo quebrado, mi rostro lánguido se esfuma en amarguras y esperanzas, voy en pena en busca de mi ayer, de mi mañana, de una salvación. Un horizonte gris, la niebla cubre todo los rincones, todos los caminos se hayan vacíos. Tan solo la luz entremezclada con las tinieblas, un grito silencioso, un llanto demencial, que guía a los tormentos y a los demonios a su realidad de fantasía. Como un árbol me estiro hacia la luz, y como insecto me oculto de ella entre las sombras. Solo necesito un final...


Parte uno: Mi Ayer


“La infancia, el desconocido enemigo, entre risas y llantos desbordantes inunda la vida, no conoce la saciedad. Luces que se levantan calladas hacia el fin. Apenas un instante, apenas un sueño ridículo, apenas un demente que envejece y se alimenta de dolor. Satán en las ventanas y las puertas mirando los grandes ojos asustados, una cama inmensa y llena de demonios, un cuarto oscuro plagado de fantasmas, de muerte. Ya los miedos eran carne, ya se elevaban por los cielos aquellos abismos infernales. La muerte no era un secreto, sino un sutil engaño de esperanza; que los finales parecen felices, que los demonios son ilusiones, que la vida no es siempre tenebrosa. Tan solo terror, de aquellas sonrisas, de aquellos dolores. El estupor que desaparece en los parques florales, entre rejas de metales oxidados, en la tierra y el polvo. Esfinges de cemento, inertes se elevan hacia los sueños, el solitario rincón del olvido, donde el juego es lamento. Un ultimo recuerdo materno, un etéreo y sinfónico sonido, un desvaneciente rostro en luz de ocaso, un sueño profundo, un aroma lechoso".


"Eran millares de sonrisas las que rodeaban mi juventud, solo vidas sin sentido que en el divino universo parecían las únicas. No podía entender nada, solo respiros sin aire, sin sentimientos, sin miedos, sin razones. Solo contemplaba un punto fijo, y aun así era confuso e inexplicable. Todos reían en una interminable cadena de emociones instantáneas, que al poco tiempo se desvanecían y se olvidaban. Nadie recuerda mi nombre, solo un pequeño balbuceo o un suspiro, que al viento iba y en el se esfumaba. El vacío se extendía bajo nuestros pies, un único ser que entre las tinieblas expresa ternura, que en la muerte busca amor, un desconocido amante, un dolor placentero. Nos elevábamos hacia la luz cayendo en un negro abismo, sonriamos, eran nuestras vidas las que en los silencios se marchaban. Los insípidos amores juveniles que en vanos sufrimientos se tornaban, tan solo una sensación, el sabor plástico de algunos labios, el sentimiento desconocido de algún ingenuo. Momentos quebrados donde la decepción era más inmediata, donde el camino era más solitario, donde todo ya era un invierno interminable.

Un solo canto, el de sirenas nocturnas: sus cabellos ensangrentados, sus miradas perdidas, sus labios rotos; de todo el dolor hacían placer, de todo el temor un sueño, de toda alma carne. Todo lo hacían suyo y a las perversiones se entregaban, entre insultos, entre golpes preferían los fríos gritos de la aguja. Inconcientes se ofrecen al lecho grasoso del desconocido, un vientre encendido por los vicios y las angustias, ya nada se siente, todo es igual. La soledad del cuarto abandonado, luces rojas y verdes, sabanas sucias donde se levantan vapores pestilentes, el cuerpo húmedo aun, adormecido por los excesos, se entrega a un segundo de susurros fantasmales, que como sirenas cantan al dolor, que como niñas se ocultan en un callado llanto. Sus vidas reviven bajo el alivio de los engaños y desaparecen en la fantasía de un sueño mortífero del que no logran despertar. Un paso atrás y solo sus gemidos por el aire, van sus vidas derramándose por el viento. Solo una salida, un pasillo oscuro, una huida por los callejones de luces difusas, una última caída para ya no volver a levantarse.

Un respiro entonces, que esta alma siempre estuvo muerta y que solo sentía unas frías pasiones, que dormía en un prado crepuscular y solo escuchaba la voz de las sombras.

Desesperanzador brillo lunar, un solo camino, el de gritos y olvidos, solitario y taciturno, sin rumbo fijo, sin otra visión que los grises muros, que los abismos eternos bajo los pies. Y en esos pasos lentamente se suman los recuerdos, ya la vida es pasado, ahora todo es remordimiento. Por su imagen se recogen las congojas, del suelo su existencia se eleva y se marchita. Confuso arrebato sus vidas, ya no hay por qué llorar, todo se termino. Desangran su belleza en mis manos agrietadas, heridas que ya no sanan, un continuo dolor que ya apenas se siente. Presuroso me dirijo al final, que no es otro despertar, donde no hay otro amanecer sino que espesas tinieblas, profundos delirios y confusos aromas de cemento y flores. Una ultima mirada y la luz lunar se extingue, caen de las manos las emociones ya marchitas. Mi ultima imagen, mi ultimo sueño es mi prado imaginario impregnado de flores en primavera; solo el grisáceo polvo y las marchitas flores".