12 de septiembre de 2008

Valkoinen Sisar



Vals de madrugada donde se callan las realidades. Mi hermosa, la de siempre recordada y no mencionada, que se pierde en el rinconcito de las miradas acongojadas. Comienza todo en media noche de fin de semana eterno en mis copas nocturnas y solitarias. Veo y te escribo en servilletas sucias, oh! mi querida casi muerta. Soy aquel que te admira por tu ser decrepito y tus sentimientos amargos.

El músico, el viejo triste de siempre, que sabe bien que sentimos tú y yo al escuchar su música adormecedora, toca su instrumento en boga de nuestro sufrimiento cómplice. Yo, observador de sombra, en ti ser misericordioso, lleno de angustia y vacíos jamás llenados. En tus movimientos tan lentos puedo ver como te vas agotando los últimos suspiros, cada paso que das son las palabras que nadie te escucho, cada exhalo son las flores que se marchitaron en la espera, cada sobria mirada te desprecia y te olvida, y algo que te ve entre humos de melancolías, te recuerda.

Incomprensibles, quebrados, silenciosos y arrinconados, sin luz que te muestre sino que en las sombras que te oculta de todo. Bailas sola y lejana de mi, como sino existieras. Nadie te ve, nadie que respire tu aliento aquejumbrado, adolorido y extasiado. Es en ti todo tan lento, que siento como te caes a pedazos. Tu cuerpo esquelético y tieso, ahora marchito por la vida mal vivida o no vivida. El bar en donde nos conocimos ya hace mucho, oh! bello rostro de la miseria, brindo por los años que se perdieron en copas como esta y es que no me arrepiento de haber nacido muerto y de haberte conocido ebrio y lejana de mi siempre. Fuimos tan envidiados y ahora solo olvidados, tu en tu baile cansado y yo en mi eterna vigilia a tu ser manoseado.

La luna y el vals que desaparece ante mi, fulminante y desesperados últimos pasos antes de caer a la soledad, en donde se sienten presencias fantasmales desvanecidas y excitadas a la espera de nuevos compañeros de nocturnas búsquedas en infelicidades bailadas.

Soy solo yo, oh! mi hermosa musa de madrugada, en el rinconcito donde escurre mi ser, tratando de no ser.

10 de septiembre de 2008

Luces En La Ciudad.

En mis ojos fragmentados, se reflejan las luces cada vez mas débiles y olvidadas, sus rostros ya casi caídos empiezan a desaparecer entre el humo de sus velas extinguidas. Abstracta realidad la que viven sus recuerdos, escondidos y tristes entre la lluvia que no deja de caer, y trayendo con sigo momentos felices para quienes no tienen sonrisa, ni lagrimas, ni nada.

Ellos, los que no duermen, siempre esperando el último suspiro sobre sus nucas o el beso en su mejilla. Siempre esperando el adiós con sus caras secas y pálidas, con sus ojos vidriosos y perdidos, con sus cuerpos desprovistos de vida, inmóviles en sus asientos bajo la oscuridad, el frío y el olvido latente e inevitable.


La noche triste de quien no vive y no muere.



...



Caminos entrelazados, que llevan a ninguna parte real, donde se pierden las miradas en las sombras imaginarias de los sueños no correspondidos. Caminos solitarios, carentes de sonidos hermosos, llenos del vacío de la vida corrompida y marchita, donde solo se siente la muerte pegada en la espalda. Caminos falsos, rodeado de gente repugnante, que solo sabe reír de desgracias, en los mismos rincones de siempre, son quienes no quieren volver a un lugar mas oscuro aun, bajo las miradas afligidas por el abandono.

Mentiras piadosas que desbordan las calles de la ciudad, siempre en un día triste, que confunde con la felicidad en las sonrisas de quienes te ven pasar con el rostro deforme, cansado ya de escuchar lamentos, o ver miradas lamentables, de quienes recuerdan los momentos mal vividos, con sus siempre calida y cínica sonrisa. Momentos que se acaban cuando hallas tu propia voz en la desgracia, repitiendo y repitiendo el mismo instante cuando encontraste el fin.



Las noches interminables de quienes buscan la piedad.



...



Soliloquios frente a una ventana cerrada, escondido dentro de su propio ser añejo, músicas calladas y luces que nunca se apagan, burlando a la soledad con seres desconocidos e imaginarios. Frenéticos gritos que nadie escucha, envuelto en nostalgias interminables y sin nombres. El silencio que invade cuando cierras los ojos, ya no duermes, ni sueñas, solo gritas y nadie te escucha.

Voces que no dicen nada, porque estas atrapado en tus mentiras, lejano e inalcanzable. Rostros que se despegan de las paredes, con expresiones atormentadas, dolores intensos que no se van, si no que se extienden en tu soledad negada. Necesidad de vida o de muerte, en tus ojos se esfuma la realidad agraciada, perversa, y te dejas caer en tu cuarto demencial o en las manos del olvido.

Noches demenciales del ser callado.

Vivimos en amaneceres eternos, buscando las sombras y desechos de otras vidas. Nos refugiamos en rincones lejanos, donde nadie nos alcance. Somos parte de las tinieblas y no encontramos placer, ni verdad en ello. Solo somos el reflejo sombrío de una luz que nunca se apaga. Luces en la ciudad que no muestran nada. Luces, y nos perdemos en callejones y almacenes oscuros, donde nuestro rostro desaparece, y el fracaso, y el dolor.